O MORS, QUAM SIS MALEDICTA

Me levanto a medianoche sin sueño ni sueños y descalza bajo las escaleras. Medio muerta, medio viva me preparo un vaso con tres cuarto de agua y un cuarto de néctar para reponer dulcemente el líquido perdido, mientras siento la necesidad de abandonarme, de dejarme ir, que ya nada me importe, tal vez evaporarme suavemente sin que nadie lo perciba. O al contrario, gritar fuerte, desgarradamente y mandar todos a freír algún vegetal. Intento dormir y no puedo, ya ni en sueños puedo hacerlo. Y entonces la noche pasa, lúgubre, ranciamente amarga hasta que el día aparece por mi ventana de un gris intenso.

Odio estos días, me odio a mi misma también. Me alisto para la burlesca rutina y emprendo rumbo al mundo “real” que a veces me parece tan falso como el amor por mi mascota virtual, a quien no he alimentado desde ya siglos y que de seguro ha de estar muerta como yo, pero de alguna forma sigue ahí, olfateando algo, buscando alguna frutilla que tiña de rojo su alma y escapándose de mi cada vez que acerco mi manito electrónica, tal vez me odie y con mucha razón.

De la misma forma me veo caminando, con vivida apariencia y sin que nadie lo note, arrastro mis pasos, mi pesada sombra y el alma que me sigue a duras penas.

….Oh muerte, maldita seas!